m.G.M. > A CORUÑA
  De la esencia humana que es capaz de retratar el pincel de Vanessa Lodeiro a las figuras flamencas de Manuel Villarino y los paisajes nocturnos de Raúl Álvarez hay solo unos metros de distancia, los que separan un cuadro del otro en una muestra colectiva que hará más agradable el paseo por el centro comercial Espacio Coruña.
La exposición ocupará desde hoy la parte reservada a la cultura hasta finales de diciembre. Entre los escaparates de moda y los locales de ocio, el edificio abre un apartado para los creadores de la ciudad con el objetivo de expandir su obra más allá del estudio. En concreto, estos tres artistas ofrecerán al público sus últimas propuestas, que se van por el realismo de Raúl Álvarez y el expresionismo figurativo de Lodeiro, que conduce la sensualidad femenina a través de líneas gruesas y formas voluminosas.
El primero ofrece paisajes en el momento en que la luz de las farolas hace que las ciudades sean mágicas para presentar perfiles distintos de A Coruña y Madrid, lugares que conoce al dedillo y refugiarse, más tarde, en su nueva faceta, la figura humana, para pintarla de bañista. En la muestra se podrán ver personas bajo el agua con las que el autor intenta transmitir una sensación de ingravidez y de movimiento. De los cuerpos en estado acuoso. En su repertorio de temas, asegura, solo caben los que le atraen visualmente. Los que llaman su atención.
Es por eso que Raúl trata siempre de buscar nuevos caminos sin perder la esencia de la misma pintura. Por su parte, Vanessa Lodeiro ofrecerá al curioso su colección de almas. Todas con un lenguaje incorporado que hace que el público conecte con su propia historia. Son mujeres cercanas que, en realidad, representan a todas las mujeres. Por eso, son el cable que conecta con sus recuerdos y experiencias.

Folclóricas > Ellas posan al lado de las mujeres folclóricas y no folclóricas de Villarino, que se ponen peineta para la ocasión. Él las viste de colores vivos. Las peina con recogido y la deja sueltas. Para que tengan vida propia. El artista confiesa que una vez que se pone a crear, se deja llevar por la pintura. Él es el primer espectador de su propio arte.